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La decisión del gobierno de Estados Unidos de cancelar 13 rutas operadas por aerolíneas mexicanas abre una tensión bilateral que podría extenderse al transporte terrestre, afectando el comercio transfronterizo, los tiempos de cruce y los costos logísticos para flotas y operadores en ambos países.

En la imagen se muestra la fronter de Estados Unidos con México

La reciente decisión del Secretario de Transporte de Estados Unidos, Sean P. Duffy, de cancelar 13 rutas operadas por aerolíneas mexicanas hacia distintas ciudades estadounidenses ha generado preocupación más allá del sector aeronáutico. Según Washington, la medida responde a incumplimientos y ventajas indebidas otorgadas por el gobierno mexicano en el marco del Acuerdo Bilateral de Servicios Aéreos, un régimen que requiere reciprocidad en permisos, tarifas y condiciones de operación para aerolíneas de ambos países.

Sin embargo, especialistas en comercio exterior y logística advierten que esta tensión podría extenderse al transporte terrestre, especialmente al sector de carga por camión.

La relación comercial entre México y Estados Unidos depende de forma crítica de la frontera: el 85% del intercambio físico entre ambos se mueve por carretera. Cualquier cambio en permisos, inspecciones o tiempos de cruce puede impactar de manera directa en los costos logísticos y la competitividad de las empresas que mueven productos a través de la frontera.

Un conflicto que trasciende el sector aeronáutico

Aunque la medida afecta únicamente a rutas aéreas, su significado es político. El mensaje de Washington es que Estados Unidos no tolerará asimetrías en acuerdos bilaterales clave. Si México no realiza ajustes en los puntos considerados desiguales, es probable que la presión se amplíe a otros corredores logísticos y modalidades de transporte. En ese escenario, los camiones y operadores de carga serían los primeros en sentir las consecuencias.

Para la industria del transporte por carretera, cualquier modificación en la dinámica fronteriza se traduce en tiempo y dinero. Cada día, más de 22.000 camiones cruzan los puntos fronterizos entre México y Texas, transportando manufacturas, maquinaria, agroindustria y productos perecederos. Un aumento en los controles, inspecciones adicionales o restricciones de permisos puede generar demoras prolongadas y afectaciones directas a la cadena de suministro.

Lección del pasado: la guerra de camiones 2009–2011

Este escenario recuerda el conflicto ocurrido entre 2009 y 2011, cuando Estados Unidos bloqueó la entrada de transportistas mexicanos a rutas de largo recorrido. México respondió con aranceles a más de 90 productos estadounidenses. La disputa terminó con pérdidas económicas significativas en ambos lados y tensiones diplomáticas prolongadas.

La enseñanza principal de aquel episodio fue clara: los conflictos en un modo de transporte no quedan aislados. Lo que comienza en el ámbito aeronáutico puede escalar hacia carreteras, permisos fronterizos, medidas sanitarias y controles aduaneros. Todo forma parte del mismo tablero de negociación entre ambos países.

Señales de alerta para el sector camionero

Si la tensión diplomática persiste, los primeros efectos podrían sentirse en los cruces fronterizos. Un aumento de inspecciones o auditorías, aunque no implique restricciones formales, sería suficiente para alterar la cadena logística. Para productos perecederos o industrias que operan bajo modelos just-in-time, incluso demoras de unas horas pueden afectar inventarios, entregas y contratos.

También podría revisarse la política de permisos de operación de largo recorrido para transportistas mexicanos en Estados Unidos y viceversa. De ocurrir, aumentaría la necesidad de trasbordos en patios fronterizos, lo que elevaría costos y extendería tiempos.

Además, podrían endurecerse los requisitos de certificación sanitaria y de seguridad en frontera, especialmente en aduanas estratégicas como Laredo, El Paso, Otay, Nogales y Eagle Pass.

Un momento particularmente sensible

La medida llega en un contexto donde México se consolidó como principal socio comercial de Estados Unidos, el tratado TMEC se acercará a un proceso de revisión en 2026 y la industria norteamericana impulsa políticas de nearshoring y relocalización desde Asia. La estabilidad logística es hoy un factor crítico para ambos países.

Para flotas, transportistas y operadores logísticos, la estrategia en las próximas semanas será monitorear señales diplomáticas y fronterizas, fortalecer acuerdos con agentes aduanales y evaluar alternativas de programación y consolidación para mitigar posibles demoras.

Aunque el detonante se dio en el espacio aéreo, el conflicto tiene potencial para impactar directamente en las carreteras. Si no se alcanza una solución negociada, el transporte de carga podría enfrentar más controles, mayores tiempos de espera y un incremento de costos en los principales cruces fronterizos. Para la industria camionera, la advertencia es clara: lo que comienza en el cielo puede terminar deteniéndose en la frontera.

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